Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.

Pablo Neruda

sábado, 14 de enero de 2012

TRAVESÍA EN BICICLETA A LA UIS






Dos golpes estruendosos en la puerta de metal de mi cuarto me despertaron presuroso como de costumbre a las siete de la mañana para que me animara y dirigiera a la Universidad, pues como dice mi madre, el que madruga Dios lo ayuda.

Bucaramanga la quinta ciudad de Colombia, adolece de espacios propicios para reducir el impacto ambiental mi cuarto oscuro con la persiana cerrada, el fuerte ruido del radio encendido contiguo a mi cuarto, y la voz de un locutor que no modula su voz, hacen que el trance entre pasar a que el cuerpo este activo sea muy rápido. Me levanté algo presto como de costumbre, corrí la aldaba de mi cuarto y ahí estaba mi madre como de costumbre en cada mano esperándome con sus dos manos ocupadas y los vasos de aluminio que contenían el jugo de naranja y el menjurje que prepara la tía toña como de cariño la llamo. Siempre mi madre tiene la costumbre de hacer que me tome y más si la noche anterior la pasé frente del computador hasta casi las dos de la mañana, ¡despertar, despertar! tragedia interior que me dividen en dos: cuerpo y paciencia.

Me ubiqué en frente del rincón donde de costumbre se encuentra mi cepillo de dientes, allí tomé la pasta dental y como de costumbre realicé mis labores de higiene, preparé los huevos revueltos con pan y tomé mi bicicleta y partí del frente de mi casa rumbo a la Universidad Industrial de Santander, mientras salía a bordo de mi bicicleta y pedaleaba, me encontré con un carro que se me atravesó estando a tan solo dos cuadras de mi casa, pasándose una señal de pare, le grité cuidado, respondiéndome su madre, no paré y continué con más rapidez el pedaleo porque el semáforo estaba a punto de cambiar, y no sé por qué cuando uno conduce por las carreteras aprende a medir el tiempo de cambio de los semáforos.

Más adelante siendo las 7 y 45 de la mañana, tomo la carrera 27, en donde se encuentra aquel concesionario que exhibe automóviles últimos modelo, y me llevan a pensar que muy pronto poseere uno de esos, pero a la vez pienso en lo bien que me ha sentado montar bicicleta y las rutinas que tengo, siendo el factor salud como mi prioridad y motivo del porque ando en ella, mientras el sonido de mi pedalear se confunde con el ruido de la hora pico, encontré a la misma pareja de estudiantes de Colegio que espera su transporte preocupados,  y no es casualidad, pero se ve en sus rostros esa premura por llegar a sus lugares de destino, pero son un carro y una moto los que me sorprenden por el nivel de impacto de su choque, en frente de un concesionario de motos. Volteo a mirar a mi derecha y encuentro el centro cultural con su fachada descuidada; mi pedaleo tiene mucha prisa y sólo logro ver las paradas de Metrolínea con abundante personas y el hospital público que no cambia y su fachada se mantiene intacta desde que tengo uso de razón y lo conozco.

Mi sudor es abundante tomo agua del termo que siempre me acompaña, la prisa me hace sentir a la expectativa de qué sucederá este semestre, un primer día de clase, y la música que escucho por los auriculares de mi celular, no hacen que todo sea más diferente que el reggaetón que abunda por todos lados, junto con los programas de noticias imparciales, porque lo más seguro que tendré al otro día, será la misma rutina con el mismo escenario. 

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